lunes, 16 de diciembre de 2013

LA IDEA DE MEDICINA EN LOS SHUAR, LO SAGRADO, LO INCONSCIENTE


(Cuando hable de medicina me referiré a la bebida sagrada Ayahuasca, que preparan los indígenas del extremo noroeste de América del Sur, es decir, de la Amazonía. Sabemos que existen medicinas de este tipo, es decir, las más poderosas que ha conocido el hombre por su capacidad de integrar cuerpo y mente, a lo largo de todo el globo terráqueo, en todas las culturas antiguas. Por poner un pequeño ejemplo, tenemos al cactus San Pedro que cura en los Andes, los hongos sagrados que crecen alrededor de todo el mundo en ciertas condiciones climáticas, y muchas más que no citaré hoy día. )

El concepto de medicina toma una importancia central y capital dentro de la vida y el pensamiento indígena Shuar. La medicina, ligada a una relación mente (conciencia) y cuerpo, es para los indígenas de la Amazonía un medio para ampliar la conciencia, a la vez que limpia la sangre de toxinas, liberando al cuerpo de pesadeces innecesarias, preparándolo para un camino hacia las profundidades de nuestra mente, es decir, hacia el inconsciente que todo lo abarca, que todo lo gobierna, que todo lo crea, parecido al torrente dionisíaco de los griegos o a la energía de la serpiente Kundalini en el pensamiento hindú. Es el despertar de ciertos rasgos inconscientes, de los cuales no tenemos consciencia de su existencia, pero de alguna u otra manera los presentimos  o los sentimos en forma de síntomas o complejos. Claramente diferente de nuestra idea “occidental” de salud, que trata los síntomas de un sujeto como un objeto, separando a la persona de su responsabilidad de existir, dejando todo en manos de la ciencia, la salud para las sociedades amazónicas está íntimamente ligada a la expansión de la conciencia o, si se quiere, a la penetración de zonas inaccesibles para la conciencia profana. Este acceso a las antípodas de la mente, va acompañada de síntomas o reacciones que nos dejan ver claramente la influencia de la sugestión en los procesos fisiológicos, la fuerza de la mente para catalizar sentimientos y sensaciones y producir estados indeseables para un sujeto. A diferencia de nosotros los “occidentales de la selva de cemento”,  estos indígenas enfrentan desde muy temprano estas condiciones (mentales) que comienzan por reprimir parte de nuestra personalidad para terminar fragmentándola por completo. Los niños están desde muy tempranos en contacto con estas fuerzas “sobrenaturales”, las conocen, las enfrentan y aprender a convivir con ellas, a diferencia de nosotros, que hacemos todo por reprimir lo que no está permitido, o que creemos en una idea absoluta del bien y el mal.
Al ampliar su consciencia, el sujeto puede verse a sí mismo desde afuera, la capacidad de análisis y concentración llegan a tal punto de convertirse en conocimiento y sabiduría, porque en este punto la medicina actúa descubriendo capas fuertemente enterradas por la convención social y la regla de lo que es “normal”. Empezamos a ganar consciencia, a ganar autonomía ante lo que anteriormente creíamos que estaba “bien” o “mal”. En cierto sentido, los valores se trastocan, sucede algo así como lo que Nietzsche llamó la transvaloración de todos los valores.
La medicina para el Shuar, como para el Cofán, el Achuar, el Quichua, actúa simbólicamente, de manera arquetípica, produciendo dentro de uno mismo imágenes que se encuentran en la naturaleza. La Ayahuasca ayuda a uno a guiarse en el impávido teatro que es la existencia, da sentido y pertenencia,  identifica a uno con su origen, es decir, comprensión de la naturaleza, mas no dominio de ella. El mito cobra vida y actúa así en nosotros, para devolvernos lo que el Occidente, la razón y la ciencia nos han quitado, los mitos que nos conforman, que nos completan, que nos dan la pieza que necesitamos para terminar de armar el rompecabezas de nuestra mismidad. Este mito que perdura y revive en nosotros gracias a la medicina, es el mismo en todo lado, únicamente con cambios en el lenguaje para designarlo, actúa de manera idéntica en la selva amazónica como en los Himalayas del Tíbet, es la parte inconsciente, es el inconsciente mismo, que hay que conocerlo, volverlo consciente…. El Arutam de los shuar se corresponde exactamente con el Tao de los chinos, , con el Kundalini hindú que despierta los plexos haciéndonos conscientes de su existencia, como el Zoé de los griegos que designa la vida vegetativa sin más, la energía vital que todo lo mueve.
Este objetivo de conocer el inconsciente y el sentido que tiene en uno es lo mismo que han perseguido y buscado las ceremonias de iniciación alrededor de todo el mundo y en diferentes épocas. La figura del chamán o del hierofante, del payé o del curandero, es la misma. Sus funciones, idénticas, ayudar a uno mismo a enfrentar su origen, su esencia, su inconsciente. El camino se lo recorre junto a la misma esencia, la naturaleza, que brinda al humanos de vehículos sagrados, vegetales, místicos… desde las ceremonias de iniciación en Eleusis hasta los rituales de Ayahuasca en la selva amazónica, las condiciones para accionar la medicina son exactas. Poca alimentación previa, baño frío para purificarse, sea en el mar, lago, río o cascada, dependiendo de la ubicación geográfica. Debe ser en la noche cuando se tome la medicina, ya que enfrentaremos a nuestro inconsciente, que es oscuro, por lo cual necesita de la noche para aflorar con mayor claridad, ya que nuestra química cerebral cambia levemente en la noche, los transmisores encargados de las funciones superiores de nuestro cerebro se reducen o aumentan, la glándula pineal se prepara para producir las imágenes simbólicas que iniciarán nuestra individuación.
Mientras más entras en la selva, mientras más te alejas del ruido de la ciudad y la electricidad, el tiempo se va dilatando, cada acto es independiente, cada idea es única, se aisla eternamente, se simboliza, todo es mítico aquí… Lo sagrado cobra significado al ser algo que permanece pero no se lo percibe. Se lo siente, sin duda, se lo experimenta. Se podría decir que lo sagrado es eso que no se da a conocer, lo que se mantiene oculto, pero a su vez lo rige todo. Los antiguos lo veían como un gran espíritu o una poderosa entidad que lo ordena todo. Así funciona exactamente el inconsciente, como una entidad que aparenta ser independiente de nosotros, porque no la conocemos o no tenemos consciencia de ello, lo sacralizamos, lo respetamos.  Este concepto de lo sagrado como algo inaccesible al profano si no tiene los medios y los conocimientos necesarios para penetrar en su interior donde encontrará maravillas así como espantosos demonios, está en relación directa con la idea de medicina, de cura. La medicina es sagrada, porque nos abre a nosotros mismos, a nuestro ser, que es lo más sagrado que hay. Este contacto con lo sagrado es equivalente hoy en día, podríamos decir, al conocimiento del inconsciente, o más exactamente, a la integración del inconsciente a los procesos de la consciencia. Sabemos que el inconsciente guarda experiencias de nuestro pasado personal como del pasado colectivo. Ahora se entiende porque la adquisición de un método, o más claro, la aplicación de determinado método para abrir y expandir la conciencia hacia zonas intangibles pero existentes, inexploradas, es de principal importancia en ciertas sociedades donde lo interior impera más que lo exterior, donde uno es importante para sí mismo y no para los demás. La adquisición de un medio que nos lleve a tomar consciencia de lo que sentimos pero apenas sospechamos.
Hoy día, lejos de haber conocido esta fuerza que actúa a todo momento y en todo lugar, la hemos evitado de una manera enfermiza, por no aprender a enfrentarnos a nosotros mismos, por no estar un tiempo a solas con nosotros mismos. Está mal visto hoy en día preocuparse por uno mismo.  El evitar esto ha acarreado situaciones adversas y desesperantes muchas veces, al no saber qué es lo que nos pasa y dejarlo todo en manos de los médicos o psicólogos.  Es un error. Uno mismo tiene el potencial y los conocimientos para estar bien, no los demás. Zapatero a tu zapato.
Entiendo que es prácticamente imposible el querer volver a una forma de vida como la hacían y lo siguen haciendo hoy día algunas sociedades, y mucho más difícil si se tiene en la cabeza la idea de progreso y evolución tal como la entienden hoy día los eruditos y académicos de las instituciones educativas de la modernidad. Lo que se puede y debe intentar es el tomar y rescatar ciertas actitudes, experiencias, prácticas, ideas, que podamos aplicarlas a nuestra vida de ciudadano del siglo XXI.  La experiencia de la medicina que tienen estas sociedades tribales y antiguas es tan necesaria y creo que tal vez de lo más necesario hoy en día para un ser enfermo, capitalista o comunista, que tiene en la cabeza ideas de cambios sociales cuando aún no se conoce y no se ha cambiado a sí mismo.  Hoy en día se empieza a reconocer tardíamente la importancia de una vida sana y equilibrada, en armonía con la naturaleza, y por el mismo hecho de estar en armonía con la naturaleza automáticamente se estará en armonía con uno mismo y con todos. En este caos que llamamos modernidad, con un pensamiento unilateral que raya en la enfermedad, debemos replantearnos muchas cosas que hemos dado por sentado, e incluso darlas la vuelta para ver que sale de nuevo. Obviamente nuestra actitud hacia el mundo y hacia la realidad es un reflejo de lo que nuestra cultura es. Hoy en día veo como todo el mundo busca opciones, alternativas para poder afrontar, y más que nada, para poder continuar de pie en esta realidad que no hemos creado para nosotros, sino que nos la han creado. Pero se olvidan que si no hay una reprogramación de conceptos en nuestras cabezas, sino hay lugar para expandir la conciencia, que abarque no sólo lo que nos puedan transmitir y brindar nuestras instituciones educativas, sino la experiencia directo de nosotros mismos, es decir, la experiencia directa con la naturaleza, para darnos cuenta que nuestra semejanza con la madre tierra llega hasta el mundo de los arquetipos.
Si comenzáramos a conocer la mitología de los pueblos de acá (Ecuador), nos daremos cuenta que las grandes filosofías y escuelas de sabiduría se basaban en postulados idénticos a lo que transmite la mitología local: conócete a ti mismo. Experimenta la unidad. Lucha.