Muchas
plantas son tóxicas, por lo que no es una casualidad que la raíz etimológica de
la palabra tóxico, de uso común entre
los especialistas, sea toxicón a su
vez derivada de arco, cuyo
significado original era “flecha envenenada”.
Las plantas
medicinales, precisamente porque son tóxicas, pueden aliviar o curar
enfermedades. De hecho, popularmente se acepta que el término tóxico implique
envenenamiento con resultados fatales. Sin embargo, tal como escribió Paracelso
en el siglo XVI: “Todas las cosas tienen veneno, y no hay nada que no lo tenga.
Si una cosa es veneno o no, depende solamente de la dosis”.
La
diferencia entre un veneno, una medicina y un narcñotico es sólo la dosis. La
digital, por ejemplo, en dosis apropiadas es una de las medicinas más eficaces
y recomendadas para las afecciones cardiacas; sin embargo, en dosis demasiado
altas puede resultar un veneno mortal.
Por
extensión, debería decirse que una sustancia animal, vegetal o química, que se
ingiere con un propósio no alimentario y que no tienen un notable efecto
biodinámico en el cuerpo. Es claro que se trata de una definición muy amplia,
una definición que incluiría sustancias como la cafeína, que empleada en su
forma normal como estimulante no produce síntomas que verdaderamente sean
producto de una intoxicación, pero en dosis altas definiivamente se trata de un
veneno peligroso.
Los
alucinógenos deben clasificarse como tóxicos porque sin duda provocan
intoxicaciones (estados de trance, embriaguez); se parecen, en el amplio
sentido de la palabra, a los narcóticos. La palabra narcótico viene del griego narkoyn
(entumecer), y etimológicamente se refiere a una sustancia que, sin tener en
cuenta cuan estimulante pueda ser en alguna de sus fases de actividad, termina
por producir un estado depresivo en el sistema nervioso central. Es este
sentido, tambien el alcohol es un narcótico, pero estimulantes como la cafeína
no entran en esta definición, pues en dosis normales no provocan depresiones,
aunque si son psicoactivos. En español no existe una palabra que englobe
narcóticos y esimulantes, como sí la hay en alemán: Genubmittel (medio que
produce placer).
ILUSTRACIÓN:
Hace
ya mucho tiempo que la Datura se ha asociado con el culto de Shiva, el dios de
la India asociado a su vez con los poderes creativos y destructores del
universo. En esta extraordinaria escultura de bronce del siglo XI o XII,
proveniente del sureste de la India, se puede ver a Shiva danzando el Anandatan-dava, la séptima y úlima de
sus danzas, donde se combinan todos los rasgos de su carácter. Shiva aplasta
con su pie derecho al demonio Apasmarapurusa,
que es la personificación de la ignorancia. Shiva sostiene con la mano derecha
superior un tambor diminuto que simboliza el tiempo a través del ritmo de su
danza cósmica, en el campo de la vida y la creación. Su mano derecha inferior se
encuentra en la posición abhayamudra,
expresando la cualidad de Shiva de guardián del universo. En la mano superior
izquierda sostiene una llama que quema el velo de la ilusión. Su mano inferior
izquierda, en la posición de gahajasta,
apunta a su pie izquierdo levantado libre en el espacio, simbolizando la
liberación espiritual. Su cabello está atado con una banda, en la que dos
serpientes sostienen un cráneo como ornamentación central; esto muestra los dos
aspectos destructores de Shiva: el tiempo y la muerte. A su derecha se puede
ver una flor de Datura. También aparecen
botones de Datura trenzados con su
pelo ondulante.
Los alucinógenos,
hablando en términos generales, son todos narcóticos, aunque no se conoce
ninguno que cause adicción o narcosis.
Hay
una enorme variedad de alucinaciones: el tipo más común y corriente es el
visual, a menudo en colores; sin embargo, todos los sentidos pueden sufrir
alucinaciones: visuales, auditivas, táctiles, lfativas y gustativas. Por lo
regular una sóla planta alucinógena, como ocurre en el caso del peyote o de la
mariguana, provoca distintas alucinaciones.
Los
alucinógenos pueden causara psicosis artificiales, lo que dio origen a uno de
los términos usados para nombrar esta clase de agentes psicoactivos:
psicotomiméticos (que provoca estados psicóticos). No obstante, las últimas
investigaciones del funcionamiento cerebral han comprobado que las actividades
cerebrales provocadas por alucinógenos difieren fundamentalmente de las que se
presentan durante psicosis auténticas.
Estudios
recientes han demostrado que los efectos psicofisiológicos son tan complejos
que la palabra alucinógenos no alcanza a cubrir toda la gama de reacciones. Por
esta razón ha surgido una nomenclatura desconcertante, ya que ninguno de los
términos, como phantastica, eidéticos, psicógenos, psicodislépticos,
psicotomiméticos, psicodélicos, enteógenos, etc., describe por completo los
efectos psicofisiológicos. En europa tales efectos son llamados con frecuencia
phantastica.
La verdad
es que no hay una sola palabra que delimite este grupo tan variado de plantas
psicoactivas. El toxicólogo alemán Lowis Lewin, quien utilizó por primera vez
el término phantastica, admite que el término phantastica “no cubre todos los
aspectos que hubiera querido”. La palabra alucinógeno es fácil de entender,
aunque es importante advertir que no todas estas plantas producen verdaderas
alucinaciones. La palabra psicotomimético se emplea frecuentemente, pero no es
aceptada por muchos especialistas debido a que no todas las plantas de este
grupo producen estados parecidos a la psicosis.
Entre
las muchas definiciones que se han ofrecido, la de Hoffer y Osmond es lo
suficientemente amplia como para ser aceptada: “los alucinógenos son…
sustancias químicas que, en dosis no tóxicas, producen cambios en la
percepción, en el pensamiento y en el estado de ánimo; pero casi nunca producen
confusión mental, pérdida de memoria o desorientación en la persona, ni de
espacio ni de tiempo”.
Basando
la clasificación de las drogas psicoactivas en el viejo arreglo de Lewin,
Albert Hofmann las divide en analgésicos y eufóricos (opio, cocaína),
tranquilizantes (reserpina), hipnóticos (kava-kava) y alucinógenos o
psicodélicos (peyote, mariguana y otros). Varios de estos grupos de plantas
modifican sólo el estado de ánimo, ya sea calmándolo o estimulándolo; en
cambio, el último grupo causa cambios profundos en la esfera de la experiencia,
en la percepción de la realidad, incluidos el espacio y tiempo, así como en la
conciencia del yo (incluso pueden provocar despersonalizaciones). Sin pérdida
de la conciencia, el sujeto entra en un mundo de sueños, que, frecuentemente
parece más real que el mundo normal. Es común que los colores cobren una
brillantez indescriptible; los objetos pueden perder su carácter simbólico,
permanecer independientes y asumir una fuerte carga de significado, ya que
parecen poseer una existencia propia.
Los cambios
psíquicos y los estados sublimes de conciencia provocados por alucinógenos se
encuentran tan alejados de la vida ordinaria que resulta casi imposible
describirlos en el lenguaje corriente. Una persona bajo los efectos de un
alucinógeno abandona su mundo familiar y actúa según otras normas, en otras
dimensiones y en un tiempo distinto. Aún cuando la mayor parte de los
alucinógenos proviene de las plantas, algunos se derivan del reino animal
(sapos, ranas, peces) y otros son de origen sintético (LSD, TMA, DOB). Su uso
de remonta a la prehistoria, de tal manera que se ha postulado que la idea
misma de la divinidad surgió como resultado de los sobrenaturales efectos de
estos agentes. En general, el concepto de enfermedad o muerte por causas
físicas u orgánicas les es extraño a los pueblos aborígenes, pues para ellos
ambas son el resultado de intervenciones del mundo espiritual. Por lo tanto,
dado que el curandero o el paciente tienen la posibilidad de comunicarse con
los dioses y los espíritus por medio de los alucinógenos, éstos son
considerados la medicina por excelencia de la farmacopea nativa: son más
importantes que los paliativos y medicinas que actúan directamente sobre el
cuerpo, por eso se han convertido poco a poco en la base de la práctica “médica”
en casi todas las sociedades aborígenes.
Las plantas
alucinógenas deben sus afectos a un número limitado de sustancias químicas que
actúan de modo específico en alguna parte definida del sistema nervioso
central. El estado alucinógeno normalmente no dura mucho tiempo: desaparece
cuando los principios que lo causan son metablizados y excretados por el
cuerpo; al parecer, hay una diferencia entre lo que llamamos “alucinaciones
verdaderas” (visiones) y lo que podríamos denominar “pseudoalucinaciones”. Pueden
provocarse condiciones muy semejantes a las alucinaciones mediante algunas
plantas altamente tóxicas que alteran el metabolismo normal, de tal forma que
fácilmente pueden desarrollarse condiciones mentales anormales. Algunas de las
plantas con las que experimentaron los miembros de la llamada subcultura de la
droga y que se consideraron como nuevos alucinógenos (p. ej. Salvinovin A)
pertenecen tamién a esta categoría. De hecho, se pueden provocar condiciones
pseudoalucinógemas sin ingerir sustancias y plantas; las fiebres muy altas
provocan reacciones semejantes. Fanáticos religiosos de la Edad Media lograron
inducir alteraciones tan profundas en su metabolismo mediante privaciones de
agua y comida por periodos prolongados hasta llegar a experimentar verdaderas
visiones y a escuchar voces en estas condiciones seudoalucinógenas.
Bibliografía: "Las plantas de los dioses", Hofmann Albert, Schultes Richard Evans, editado por el Fondo de cultura económica,1982, pgs. 10-14.
Bibliografía: "Las plantas de los dioses", Hofmann Albert, Schultes Richard Evans, editado por el Fondo de cultura económica,1982, pgs. 10-14.